Orígenes de la Feria de Utrera
La historia de nuestra actual Feria está estrechamente ligada al pasado de la Patrona de Utrera, cuya fama se acrecienta a raíz del famoso milagro de la lámpara de aceite, obrado en 1558, y comienza a despegar la devoción a la Virgen. A la vuelta de muy pocos años, en 1561, los frailes Mínimos fundan su convento, adyacente a la ermita, y la fiesta principal de Consolación se celebraba en febrero, coincidiendo con el día de la Candelaria. No será hasta la década de 1570 cuando comience a festejarse ésta el 8 de septiembre.
De inmediato se suscitó una romería popularísima a la que concurrían personas de numerosísimos pueblos organizados en Cofradías Filiales para participar en la procesión de la Virgen, que se celebraba el 8 de septiembre. Aquella función principal del día 8 de septiembre iba acompañada de la celebración de una Octava que tendrá su correlato lúdico en el desarrollo de la feria, extendida los mismos ocho días de culto religioso. No cabe duda de que el inmenso gentío fue, a la postre, el principal motor de impulso y propaganda para una Feria que terminó convirtiéndose, junto a las de Mairena del Alcor, Carmona y Villamartín, en una de las más populares y célebres de la baja Andalucía (No deberíamos descartar que Utrera contase, en años anteriores a éstos que citamos, con una feria de mayor antigüedad que se organizase con un motivo distinto a este, como por ejemplo sucedió en Los Molares donde floreció una feria famosísima de género mercantil). Los romeros y devotos de Consolación que venían con el empeño de agradecer los favores recibidos, necesitaban satisfacer una imperiosa demanda de dádivas, por lo que en las puertas del Santuario se suscitarán efímeros puestecillos que atiendan el abasto de reliquias y exvotos. Pronto se asientan plateros, cruceros, merceros, etc. Muchos puestecillos permanecían instalados de modo perenne, en atención al elevado número de visitantes que concurrían a visitar la Patrona de Utrera el año entero.
Es la de Utrera, en aquellos años de los siglos XVII y XVIII, una feria de índole comercial en la que se hacen famosas las transacciones comerciales que libraban los orfebres, convirtiéndose el sitio y real de Consolación en un lugar de principal referencia para todos los componentes de este gremio comercial ya no sólo de Sevilla, sino para los plateros de Córdoba, Málaga, Granada y Cádiz. Los puestos feriales se alineaban en una calle que partía del Convento. En ellos se disponían los plateros (ofertando cubiertos, jarras, saleros, platos, fuentes, tazas, vasos, candeleros, cadenas, corales, piedras preciosas, sortijas de valor, zarcillos, dedales, anillos, etc.), a los que le sucedían vendedores de especias, confiteros, merceros, sombrereros, zapateros, buhoneros, monteros, espaderos, etc. A la vuelta de otra calle había diversos bodegones frente a los que se instalaban los buñoleros y turroneros. No faltaban a la Feria sacamuelas, embaucadores, jugadores de mano, charlatanes, aguadores y otros tantos feriantes más. Los tratos de ganados también fueron incorporándose a las celebraciones feriales. No fueron pocos los robos de bestias que, a manos de contrabandistas y cuatreros, padecieron algunos ganaderos que vinieron a Utrera a mercadear sus rebaños, piaras y otras tantas cabezas ganaderas.
Los regocijos y fiestas de toros han ocupado siempre un gran protagonismo en el programa festivo de nuestra Feria como lo testimonian diversas referencias documentales correspondientes a los siglos XVII y XVIII. La Feria era célebre por la Virgen, pero los juegos de toros también le han dado a la Feria un gran crédito. Entre los de mayor ponderación literaria el deparado en el siglo de oro español por el propio Quevedo.
Cuando el gobierno de Carlos III suspende, en 1771, la Procesión y Romería de la Virgen de Consolación, a causa precisamente de las tropelías y escándalos que se producían ya no sólo en la procesión sino también en la Feria, continuaron celebrándose los días feriales, aunque quedó reducida a “un pequeño número de mercados de tejidos de sedas y distintos buhoneros, fruteros, plateros y mercaderes de otras clases”. Entre 1810 y 1812 estuvo tomada Utrera ocupada por los franceses y la Virgen de Consolación fue retirada del Santuario para ser venerada en la Parroquia de Santa María de la Mesa, donde quedaría a salvo de posibles desmanes. La Feria de aquellos años se celebraron en el pueblo y no en el Real del Santuario, a cuyas explanadas regresará nuevamente en 1813, cuando la Virgen es restituida al Santuario a la retirada de los franceses.

En esta instantánea, de los primeros años del siglo XX, podemos advertir cómo el gentío que integra una comitiva de devotos regresa del Santuario, de modo desorganizado. Es curioso contemplar las dos insignias que habían encabezado el cortejo y que ahora vuelven por el camino de Consolación entre el gentío. Esta imagen no corresponde a los momentos de la fiesta principal de la Virgen, 8 de septiembre, como puede comprobarse tanto en los abrigados atuendos de ciertos personajes de la foto -señora con el niño pequeño en brazos- y otros muchos de los que aparecen retratados.
Tampoco aparecen en la fotografía trajes típicos de nuestra tierra, y al uso, como es de espera en fechas de la Feria en honor de la Virgen y si puede catalogarse más bien el momento como una de las peregrinaciones que antaño se encaminaron, con tantísima asiduidad, al Santuario de la Virgen, el interés radica en que muestra como era el Real o Sitio de Nuestra Señora, mostrando los puestecillos de los plateros, vendedores de especias, confiteros, merceros, sombrereros, zapateros, buhoneros, monteros, espaderos ...etc.
A mediados del siglo XIX se suscitan diversas iniciativas encaminadas a reactivar el culto a la Virgen y reflotar las populares fiestas de Utrera, producto del empeño romántico por recuperar lo perdido. En este sentido resulta trascendental la llegada a Utrera del ferrocarril, por cuyo medio de transporte se reactivará de nuevo el concurso de público en la Feria de gente proveniente principalmente de Sevilla, aunque también lo hacían de otros tantos pueblos comarcanos con línea de tren. La feria recobra cierta pujanza, aunque no llegue a las cifras masivas de antaño. La instalación de las casetas tal como hoy se conoce el concepto, aunque estos tenderetes y estancias efímeras debieron existir siempre para dar cobijo a mercaderes, es muy presumible pensar que comenzaron a efectuarse en las últimas décadas del siglo XIX, aunque entonces se montasen muy pocas –exclusivamente diversas sociedades y casinos locales–, eso sí, siguiendo el modelo establecido en la capital sevillana tras fundarse aquélla a mediados del siglo XIX.
Plegaria de los Hermanos Álvarez Quintero, hijos ilustres de Utrera a la Virgen de Consolación

Virgen de Consolación
la del barquito en la mano,
perdí vela y timón
navegando en mar lejano;
dame tú la salvación.

Ay, Virgencita, gloria de Utrera,
blanca estrellita que reververa,
que tu barquilla
blanca y velera,
nunca se aparte de nuestra orilla,
nunca se vaya mares afuera |